Hoy hemos tenido la suerte de contar con Marta, una orientadora del colegio Zola de Las Rozas, que ha venido a contarnos un poco sobre su trabajo y su labor dentro del departamento de orientación. Marta nos ha propuesto un caso real que teníamos que resolver. Al final, ella nos contaría cómo se solucionó el problema. Antes de exponer mi reflexión personal sobre el caso y lo que realmente ocurrió, me gustaría explicar el caso. El caso era el siguiente:
Se trata de un niño de 1º de Primaria (6-7 años) del colegio Zola, en las Rozas, un municipio de la Comunidad de Madrid. Al comienzo de la etapa primaria, es muy frecuente que se mezclen los grupos de alumnos de cada clase, por lo que el niño no está con sus compañeros habituales y además tiene a profesores nuevos. Aparentemente, el niño no posee ninguna dificultad de ningún tipo.
Sin embargo, un día, los padres acuden alarmados al colegio, diciendo que su hijo “sufre acoso escolar”, porque sus compañeros “le hicieron un círculo en el patio a su alrededor, riéndose de él”. El niño es hijo único, y sus padres afirman que “es muy inseguro”.
Los padres esperan una respuesta por parte del equipo educativo.
Esta es la propuesta del caso. Las soluciones que propusimos en equipo para la resolución del caso están detalladas en la wiki. ¿Qué pasó realmente? Es decir, ¿cómo se solucionó el problema?
Después de que los padres acudieran al centro afirmando que su hijo sufría acoso escolar, la profesora del niño se dirigió directamente a orientación, muy nerviosa. Tras haber observado y analizado al niño en distintos contextos, incluso en el recreo, no encontró nada fuera de lo normal: se trataba de un chico que venía alegre al colegio y que además iba bien académicamente.
La profesora volvió a reunirse con la familia, que insistía de nuevo en que los compañeros de su hijo “se reían de él” y que no les gustaban “los juegos tan brutos a los que jugaban”. De hecho, el niño iba a la biblioteca en lugar de salir al patio en la hora del recreo.
Tras haber vuelto a encontrarse con la familia, la docente decidió reunirse con cada uno de los niños, prestando especial interés a las declaraciones del niño y los compañeros implicados. Finalmente, después de haber dialogado con ellos, los compañeros e incluso el propio niño reconocieron lo que ocurrió: se trataba de un juego donde todos se reían, incluido el niño. El chico afirmó que el juego no le había gustado, pero no le daba más importancia. Este es un detalle clave puesto que los padres habían comentado a la tutora que el niño “era muy inseguro”, no obstante, éste no era tan inseguro como sus padres declaraban, porque había sido capaz de verbalizar lo que había ocurrido y sobre todo de contárselo a la profesora. Con todo lo anterior, podemos llegar a pensar que se trata de un niño sobreprotegido, al que se le ha dado todo; un niño que “quería más”, es decir, quería que le prestaran más atención y que sus padres se preocuparan por él todavía más.
En definitiva, no se encontró nada extraño en este caso. Cabe destacar que el departamento de Orientación se mantuvo en todo momento al margen, y que su tarea se limitó a aconsejar las decisiones de la tutora a fin de llegar a la resolución del caso. Sin embargo, tanto la docente como el equipo de Orientación continuaron en alerta y mantuvieron un contacto frecuente con la familia. Es importante confiar en el trabajo de la tutora y gestionarlo con la familia del niño.
Esto fue lo que ocurrió realmente. Una vez conocida la resolución, me gustaría exponer mi reflexión personal sobre lo que me ha aportado este caso, es decir, en lo que ha cambiado mi manera de pensar.
Con este caso he aprendido que es necesario evitar juzgar rápidamente, a primera vista. Es imprescincible profundizar en el tema, indagar, investigar y en definitiva adquirir los conocimientos necesarios para a partir de ahí intervenir de una forma u otra. No podemos actuar si no sabemos sobre lo que estamos actuando, es decir, si no tenemos la información necesaria que nos permita tener una visión global y detallada sobre una determinada situación. Para ello, es fundamental que el docente, con o sin la ayuda del orientador, lleve a cabo determinados instrumentos de observación (como la checklist, que veremos más adelante, o el sociograma) para tener cierta idea de lo que está ocurriendo del aula. Una vez recabada esta información, el profesor se verá capaz de intervenir -o no- de una forma u otra: directa o indirectamente, individual o en grupo, con la ayuda del orientador o no... Este aspecto se detallará en la entrada de Estudio de casos: modelos de intervención.
En resumen, es fundamental que el docente tenga cierto carácter de investigador, para que ante situaciones como estas, se centre en conocer más sobre el tema, observar con detenimiento lo que ocurre a su alrededor y ampliar la mirada hacia todo aquello que que le rodea. No juzgar a simple vista. Es importante no dar nada por sentado y menos dentro del aula, un mundo donde pueden pasar millones de cosas.
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